No hace mucho estaba convencida que uno no puede cambiar de parecer en ciertos temas, y que hay cosas que eran super lineares para mí en cuanto a la crianza de mis hijos en Canadá. Una de ellas era la crianza en español de mis hijos. Hoy me doy vergüenza propia al sentarme y reflexionar lo que ha venido pasando desde que Sammi empezó a hablar y también lo quiero tomar con sentido de humor pero también de profunda reflexión.
Olivia le lleva casi tres años a Sammuel. Olivia habló primero en inglés aunque ella habla muy bien el español. Podría yo decir que Olivia es bilingüe y que si le recordamos que hable español, lo hace con facilidad y sin cometer errores. No puedo decir lo mismo de Sammi. Quizá sea porque en la casa escucha más inglés de su hermana y papá, y yo soy la única que habla español. Su español es limitado al momento de hablar. Entiende muchísimo más de lo que puede decir.
Cuando estuvimos en Ecuador a principios de este año, pensamos que Sammi hablaría más y su idioma fluíria más, pero aunque aprendió a decir “no lo sé” (con mucha claridad y humor) y algunas palabras con más seguridad, no pudo hacerlo al nivel de Olivia.
No quiero comparar a mis hijos al escribir esto, ni tampoco pretendo compararlos en la vida diaria. Cada niño/a es un mundo, y mis hijos tienen sus características individuales que son muchísimas y también su propio tipo de inteligencia. Pero he estado reflexionando sobre esto, tratando de entenderlo desde la perspectiva de mis hijos, que aunque son hijos míos y yo los considero hijos latinos, mis hijos no son latinos y no se desenvuelven en un ambiente en español.

Para mí enseñarles español es algo no negociable. No quiero dejar de hablarlo, pero vuelvo a la idea del principio. Quizá yo deba dejar de sentirme tan culpable por esto y disfrutar su crianza sin estar corrigiendo el idioma todo el tiempo ¿Será que yo necesito reevaluar la presión que les estoy poniendo?
Por un lado sé lo importante que el idioma es y será en el futuro. Dejar de hablar español en mi hogar es dejar mi identidad a un lado, y no puedo ni quiero hacerlo. Para mi es muy importante conservar la identidad de donde vengo a través del idioma y poder tener esa conexión con mi familia (quienes no hablan inglés).
Hoy antes de dormir, los niños estaban muy inquietos y yo estaba un poco molesta porque ya era tarde y necesitaban descansar. Yo hablaba español y les decía “tienen que dormir, es hora de dormir”, y Olivia me contestaba en inglés lo que ella pensaba: “when you’re mad at us, you need to talk” (traducción: cuando estas enojada, debes hablar con nosotros). Yo respondí confundida “pero estoy hablando contigo y con tu hermano”, y ella me miró confundida.
No había pensado que quizá para ellos cuando yo hablo en espanol y con todo el sabor de enojo latino (rápido y un español que quizá no escuchan muy seguido), ellos no me entienden y solo escuchan a su mama frustrada y aunque yo sienta que hablo y hablo (en espanol) para ellos no estoy en realidad hablando.
Con esto, pienso que quizá eso de jamás hablarles inglés hace que entonces ellos sientan que yo no quiero hablar su idioma, y el inglés si me pueda ayudar en momentos frustrantes cuando ellos necesitan entender algo que quizá no siempre digo en español.
No quiero dejar a un lado mi español y maternar en mi idioma de origen porque se me hace raro hacerlo en otro idioma, pero quizá no deba ser un proceso tan lineal. Quiero convertir al español en este hermoso idioma que ellos pueden aprender y poner más énfasis en lo positivo pero también abrazar el inglés y saber que es necesario. Eso no me hace mala mamá latina, me hace humana.
Ya les voy contando como van las cosas. Quizá deba coincidir con otras mamás con niños pequeños en donde podamos hablar en español y Sammi pueda aprender un poco más y Olivia practicar.
Cuentenme que piensan uds, quizá yo no sea la única mamá con este dilema diario.
Con cariño,
Karla
